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martes, 14 de agosto de 2012

JUVENTUD, CRIMEN Y MUERTE: EL NAUFRAGIO DE LOS JOVENES OLVIDADOS

JUVENTUD, CRIMEN Y MUERTE: EL NAUFRAGIO DE LOS JOVENES OLVIDADOS
Enrique Zuñiga

¿Qué significa ser joven en la actualidad? Joven significa: Ser migrante en busca oportunidades; ser pobre o rico, pero supeditado al mismo lugar, el consumo; es ser parte de las estadísticas de homicidios, de suicidios, pero también de logros, de proezas; ser joven es ser disidente, pero también es ser complaciente, conformista, etc.
Hablar de juventud, tristemente, se convierte en un una intrincada explicación sobre el olvido, el desprecio y el abandono. Hechos que esa franja poblacional recibe en grandes dosis.
Jóvenes que serán los próximos adultos, como en algún momento fueron niños, y que de la misma manera fueron desatendidos.
Actualmente existe el bono poblacional con mayor número de jóvenes (edades que oscilan de los 14-15 a los 20-25 años), lo cual parece importar poco, ya que esa juventud está postrada en sus casas viendo televisión, viviendo en su burbuja virtual, donde todo lo que pasa afuera es peligroso. O están en la calle, ya sea vendiendo productos de poca monta, robando, siendo sicarios, halcones, carne de cañón de las mafias, de la delincuencia organizada. O recibiendo salarios miserables en trabajos de basura. O están fuera de las aulas, o dentro de ellas, en escuelas que ven en la educación un negocio, que los educan en el arte del consumo y el individualismo.
Como sea, el joven es relegado a un segundo plano, lejos de todo, hasta de ellos mismos. El gobierno los criminaliza y los desprecia, la sociedad los abandona, los padres no los entienden, los medios los tratan como idiotas y como consumidores cautivos, y ellos mismos se ven como unos extraños que cohabitan con otros extraños en un mundo que crea tumultos, pero desarticula y desprecia la solidaridad.
El naufragio de esta juventud se acompaña del naufragio de una sociedad que perdió la brújula, pero no sólo eso, extravió también el rumbo. Viviendo en el sinsentido de la vida, pero en el sentido del consumo. Amarrado a los giros del capital.
Las cifras podrían ilustrarnos y yo podría decir que existen en México, en América Latina y en todo el mundo, millones de jóvenes, y que de esos millones, miles llenan las prisiones, y que millones ni tienen empleo ni reciben educación (ninis le llaman quienes saben de eso, y que sin tapujos etiquetan, sabiendo que no siempre es una condición buscada, sino un hecho que se da por fuerza), millones más que son marginados, muchos de ellos padecen hambre, etc. Y así podría poner 10 hojas o más con números desalentadores, pero la verdad, no soy muy partidario de utilizar cifras para describir una realidad que es más que simples cifras.
En resumen, el futuro se ve como una catástrofe, si no fuera por las bienaventuradas potencias mundiales que permiten que estos jóvenes trabajen sus tierras, laven sus trastos, cuiden a sus niños,
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vendan sus drogas, atiendan sus tiendas de fast food o sus malls, o por la autogeneración de empleo, empleo informal se le llama, y la derrama económica que deja la delincuencia, el panorama sería más brumoso que el actual.
Eduardo Galeano lo escribe de mejor forma:
Los hechos se burlan de los derechos. Retrato de América Latina al fin del milenio: ésta es una región del mundo que niega a sus niños el derecho de ser niños. Los niños son los más presos entre todos los presos, en esta gran jaula donde se obliga a la gente a devorarse entre sí. El sistema de poder, que no acepta más vínculo que el pánico mutuo, maltrata a los niños. A los niños ricos, los trata como si fueran dinero. A los niños pobres, los trata como si fueran basura. Y a los del medio los tiene atados a la pata del televisor.
No solo los maltrata, también los olvida, los relega, los criminaliza, los violenta....
Este texto pretenderá abordar la juventud y su estrecha relación con el crimen, la criminalización, el rechazo social, la violencia, la muerte, etc.
Un montón de lugares en donde se colocan a esos "vulnerables" del sistema, que como el grueso poblacional, somos damnificados de políticas globales y perversas.

JUVENTUD: LA ALEGRE REBELDÍA DE LAS BALAS

Salvador Allende escribió: "Ser joven y no ser revolucionario es hasta una contradicción biológica".
Esta frase tendría que ser un referente, porque el joven que se rebela, será el adulto que disienta, y aquel que disiente es quien edifica una pluralidad y permite se logren mejores instrumentos democráticos.
Esta afirmación, si se cumpliera, tendría una lógica devastadora y peligrosa para los diversos sistemas políticos, lo cual no debería ser, las voces de los otros tendrían que ser los cimientos de la realidad social.
La lógica tiene que ver con el hecho de que México según el conteo del INEGI 2005 la población de jóvenes (de 15 a 29 años) es de 29 millones, lo que representa cerca del 27% de la población total del país, en la actualidad ha de ser un poco más, pero dentro de los mismos márgenes.
Ahora, si toda esa población fuera rebelde el problema sería grande, ya que esos jóvenes podrían desestabilizar un sistema.
La solución: desarticular cualquier forma de participación de los jóvenes en la vida social. ¿Cómo? Fácil, dosificando métodos que logren apaciguar ese espíritu rebelde. ¿Cuáles? Drogas, violencia, criminalización, represión, control social, ignorancia, pobreza, sometimiento, etc.
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Esa es la lógica del poder, domesticar a esos sujetos que pueden vulnerar la estabilidad del sistema, mantener el status quo es el fin.
Así entonces se le desatiende al joven, se le dan dosis de olvido pero también se le dan políticas públicas ineficientes y políticas criminales a raudales, que buscan castigo sin más de por medio.
Se le niega la oportunidad de cimentar un futuro que tenga que ver con sus necesidades. Viven bajo el yugo de la imposición y de le espera perpetua, amaestrados, amarrados a los buenos modales, al conformismo, enclaustrados en el laberinto del ser.
No es conveniente que los jóvenes piensen, edifiquen, es mejor mantenerlos dormidos, instaurarles la idea que las cosas por sí solas cambian

NINIS: EL DESCUBRIMIENTO DEL NO

El crimen no puede verse si no es con un contexto detrás, no es el simple hecho de comenzar a describir los delitos, de eso se encarga el Derecho, si no de observar esos factores de riesgo que se encuentran en torno del joven. Dos de esos factores son la falta de empleo y la falta de educación.
Los conocidos como ninis son un montón de jóvenes que ni estudian ni trabajan y que según estimaciones alcanzan 7 millones.
Esos 7 millones de jóvenes serán los propensos al oropel de la criminalidad, la cual les ofrecerá aquello que sus gobiernos, su familia y la sociedad les niegan. Quizá y no sean los 7 millones, pero con un 5% de estos jóvenes inmersos en la delincuencia, ya sea organizada o común, el problema puede ser mayúsculo.
Los ninis son la muestra del fracaso de un sistema, que se dirige por políticas neoliberales. Son el claro ejemplo del origen del no, porque todo se les niega, no es la lógica de los jóvenes haraganes que lo que quieren es robar porque son flojos, o que no estudian porque se la quieren pasar en la fiaca, si no de jóvenes que no encuentran satisfactores en una educación que más que educar enseña a memorizar; o tienen empleos mal pagados, donde lo que predomina son la explotación, la mezquindad, el acoso, y que nunca, la realidad lo confirma, los hará hombres de bien; prohombres, que la sociedad de consumo exige.
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DROGAS, VIOLENCIA Y CRIMEN: LA TRINIDAD POSMODERNA

Aunque estas tres situaciones no son necesariamente un conglomerado inseparable, suelen presentarse en diversas mixturas. Empecemos hablando de drogas.
Hablar de drogas no es algo actual, sin embargo la forma de abordarlo ahora ha cambiado. Se debe de abordar como un problema (social, de salud, económico, de seguridad) que padecemos muchos países; es el negocio trasnacional de las drogas.
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El problema del consumo ha ido a la par (de manera absurda) de la violencia que se genera por el posicionamiento de drogas en el mercado. Observar el problema, "hermanado" a fuerza de imposición, drogas-violencia no sólo debe enfocarse a la ilegalidad de un mercado, sino también a la legalidad del mismo, con la venta de drogas toleradas por la ley, como el alcohol, que nos conducirá a un hecho fundamental: las adicciones.
Como señala Juan Cajas:
…el problema depende, en lo fundamental, de las formas como la sociedad incorpora las drogas a su cultura. Las sustancias no son peligrosas por sí mismas: el peligro emerge de la persecución implacable.
La Encuesta Nacional de Adicciones 2008 muestra las tendencias de consumo de drogas ilegales:
En principio señala que los hombres consumen más que las mujeres y la franja poblacional que consume en mayor proporción es la que oscila en un rango de edad de los 18 a los 34 años. Los jóvenes es el mayor grupo de consumo.
Quienes consumen drogas generalmente comienzan a hacerlo antes de los 17 años. Consumen drogas como marihuana, inhalantes, metanfetaminas, etc.
Como se observa la Secretaría de Salud basada en la Encuesta Nacional de Adicciones 2008, señala que el grupo de adolescentes-jóvenes es sobre quien recae el mayor consumo de drogas.
Las políticas públicas no impiden que se logre frenar el consumo de estupefacientes ni de alcohol. El problema radica en diversas situaciones que están más allá de no "creer en Dios" como mencionó Felipe Calderón.
O como decir que la "guerra frontal contra la delincuencia organizada" es para que la "droga no llegue a tus hijos".
Las estadísticas nos muestran el problema de las drogas ilegales, pero un problema quizá más grave es el de las legales, como es el alcohol, ya que diversas fuentes afirman que su consumo se ha agravado en un 30% en los últimos 10 años.
Esto es un reflejo de lo que Juan Cajas señala:
El consumo de drogas no sólo se refiere a un fenómeno de orden social, económico y cultural, sino también a un agudo proceso de crisis existencial, esto es de incertidumbre y carencia de aventuras verdaderas, quizá de pasiones colectivas.
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El consumo de las drogas tiene que ver con un proceso de instauración de la cultura del desenfreno, de la muerte, del goce, socavando la perspectiva anterior de las drogas como forma de "viaje" místico, o de encuentro con uno mismo.
El rostro trágico del consumo emerge desde las sombras de una conducta marcada por el dolo y el sufrimiento, el deseo confuso de la autodegeneración individual que se retrata en el yonqui, el consumidor suicida, que no posee más perspectiva que la aguja infecta: la ebriedad es sustituida por el tánatos, la pulsión de muerte. Este no es un problema de las drogas, sino del usuario. Es el consumidor el que carece de motivación y se funde en la desesperanza, no las drogas, pensadas desde su origen como instrumento para incrementar el disfrute de la vida.
Pero no solo es el consumo de las drogas un rostro trágico de la juventud, sino también la violencia, ya sea como víctimas o como victimarios.
Esas situaciones que se inscriben en un lugar, la posmodernidad, que causa incertidumbre, y reproduce patrones seriales y de goce, como señala Juan Cajas:
Asistimos a un periodo de derrumbe ético y moral, de retorno a las pasiones, a la carnicería sangrienta que coloca en entredicho los avances de la cultura y de la civilización.
Aquí como segundo punto podemos hablar de un hecho que agobia a las sociedades: la violencia Sí, esa que asola pueblos, inmoviliza masas, desarticula ciudadanos, apacigua disidencias, esa que ha traspasado todo ámbito, que va de un problema de estructura social hasta un fenómeno de índole escolar; de la escuela, ese núcleo de socialización del joven, cuando estudia, ya que sino los patrones de socialización serán generados en el barrio, la calle.
La violencia en el exterior, las calles, las comunidades, esa que se ve, también afectará los microcosmos. ¿Y por qué hablar de este tema? Porque las reglas de esa sociedad que vive bajo los dictados del darwinismo económico serán las mismas que rijan diversos contextos, como es el colegio o como puede ser la cárcel o el trabajo.
Un aspecto claro de la violencia que se ha traslapado a otros ámbitos, es la que se da en el contexto escolar, a lo que se la ha denominado bullying :
El bullying es una forma de comportamiento violento, intencional, dañino y persistente, que se puede ejercer durante semanas o incluso meses, y supone una presión hacia las víctimas que las deja en situación de completa indefensión. En toda situación de bullying hay siempre un abuso de poder y un deseo de intimidar y dominar.
El bullying como esa violencia que se dirige a un fin, mantener el poder, porque la imagen del joven, debe ser la del fuerte, vigoroso, infranqueable, invencible, en una sociedad que enaltece pasar encima del otro sin importar como se haga.
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La presencia de poder será un factor de suma importancia en la ejecución del bullying. En los caso citados los niños crecen con la convicción de que la mejor perspectiva a futuro es conseguir una figura débil ante la cual exhibir su poder, pues según este esquema siempre es mejor aspirar a ser victimario que víctima.
La cuestión de hablar de bullying radica en esa lógica, la del poder, que se reproduce bajo cualquier contexto de violencia, esa obstinación idiota de siempre querer ser el que dé los balazos, no el que los reciba, porque la posición de recibir siempre es peor que la de dar. El rol de pasivo en esta sociedad, y más en la mexicana, es estigmatizado, como ejemplo :
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha reportado a México como el país con el ambiente escolar más violento en secundarias, pues en seis de cada 10 hay abusos, intimidación y agresión verbal; en 47% de ellas las y los alumnos agraden a los profesores y 51% de las y los maestros entrevistados aseguró que en las y los estudiantes había posesión de drogas o alcohol.
Cuatro de cada 10 jóvenes señalan burlas y apodos; tres de cada 10 golpes y abusos y cuatro de cada 10 consideran que las intimidaciones también vienen de las y los profesores, esto según el Estudio Cualitativo Deserción en Secundarias del Distrito Federal, Problemas de Derechos Humanos, del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) en México.
Lo interesante es ver como el modelo de sociedad contemporánea reproduce en ese microcosmos, que es la escuela, los vicios de nuestra sociedad, y que desgarra y desintegra ese conglomerado de jóvenes que interactúan por inercia espacial, pero que en el fondo se desprecian y no se reconocen el uno frente al otro, porque alguien les construyó la idea de que ese otro es diferente, y quizá peligroso-pobre o delincuente o un desgraciado.
La alienación imaginaria, especular, del sujeto ante la imagen de su semejante, la madre, por ejemplo, que de manera constituyente funda al sujeto mediante la identificación, explica como esa destructividad suicida de la pulsión se encuentra el camino hacia el semejante, cuando luego del júbilo producido por la anticipación de su propio dominio, proyectado en la imagen del otro, el sujeto comienza a vivir esa imagen como intrusa, amenazante, finalmente excluyente de su persona si no se precipita a rechazarla .
Una nota en el periódico Universal era clara al respecto: "Somos Zetas". Un grupo de niños-jóvenes se dedicaban a golpear a sus compañeros dentro de la escuela, los amenazaban, los extorsionaban, les "cobraban piso" para poder ir al baño.
Nuestros padres, amigos, familiares, nosotros mismos, pudimos haber vivido situaciones similares a lo que se le denomina bullying, pero nunca llegó, aparentemente, a los extremos de lo actual.
¿Por qué?
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Quizá sea porque la violencia en la escuela es parte de la misma violencia que se da en las calles, donde predomina el sinsentido del acto violento, y pocas veces adquiere un sentido simbólico, el cual no es fácil de distinguir.
En otro contexto, pero conectado al mismo circuito, donde convergen (no solo aquí) violencia y crimen, se presenta el problema de los jóvenes sicarios, esa carne de cañón de la delincuencia, que inscriben en los jóvenes los sellos del dinero, muerte y goce en un mismo acto.
Jóvenes que pelean por "la plaza" (esa forma de defensa del territorio, que se marca a base de dinero y de balas). La plaza, ese lugar que se disputan ejércitos de jóvenes, ya sean sicarios, militares o policías, no importa, son jóvenes. Todos muriendo en aras de nada; las balas que se disparan, en un pasado no muy remoto fueron pelotas con las que jugaban.
Esos jóvenes que ven la muerte con desden, como un negocio muy redituable, negados de esa vida que los medios promulgan como la única. Estos jóvenes que no quieren ser vistos como consumidores fallidos (como diría Bauman).
Matar-ser matado, esa fantasía de lugares cambiados, no importa, menos cuando la vida no vale nada (sin querer citar a José Alfredo). Porque el que mata, lo hace por encargo, por eso la culpa, desde sus mecanismos de defensa, no es su culpa, sino del otro.
El sicario es el ejecutor directo de las ordenes de los jefes, las mayoría de las veces mata sin saber la identidad de su víctima o los móviles del hecho, sólo obedece órdenes, no se interesa en saber el porqué, sólo se ocupa de su remuneración y del efímero placer de ésta.
Ejemplo claro de esto es lo que señala Fernando Vallejo en la Virgen de los sicarios:
"…El muchacho era de profesión sicario y que había matado a trece, pero que de ésos no se venía a confesar porque ¿por qué? Que se confesara de ellos el que los mandó matar".
Esos jóvenes que naufragan en el sin sentido de la vida, viviendo simplemente el sentido momentánea de la misma. Que se rigen por condiciones de obtener dinero rápido y fácil, la cultura fast, donde hay una concepción de cierta fugacidad en la propia vida como en la del otro, un lugar donde se juega un juego especulativo donde nadie es nada.
El semejante es la reviviscencia del drama especular del sujeto en constitución frente al espejo, pero en vez de ser la imagen reflejada del otro, fascinante y tranquilizadora, le resulta inquietantemente extraña, ominosa, peligrosa, persecutoria, hostil y enemiga que debe ser aniquilada, destruida.
Ese enemigo que es una ficción, la ficción del otro como un extraño, el cual no lo persigue de forma real, pero desencadena pensamientos paranoides. Pensamientos que lo angustian, porque en ese extraño quizá reconozca rasgos de él que quiera eliminar en ese otro.
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Ese alguien que le representa la triada edípica, padre-hijo-madre.
Matando al padre representado en todo semejante, en nombre de una devoción materna, pero muriendo en ese intento de repetir el destino funesto de Edipo Rey.
Matones a sueldo que matan figuras representativas en su psique. Que al igual que las matan, también pueden adorarlas y enaltecerlas, como pasa con algunas figuras de índole femenina (la Virgen, la Santa Muerte, la niña blanca…), pero también masculinas (San Judas o Malverde), que se consagran ante ellos, se postran a sus pies suplicando cuidado, para un hecho que de manera contundente llegará: la muerte.
Como señala Juan Cajas:
Los suiches son reciclables, ellos lo saben mejor que nadie, son cadáveres ambulantes, desechables; cuando asumen un contrato, lo que realmente importa es una buena suma que asegure el bienestar de la madre, soltera casi siempre, y el futuro de la familia… La vida es secundaria.
Esos muchachos que más que balas, necesitarían un motón de libros y oportunidades, pero que sin embargo son una muestra más de esos gobiernos, que les extienden la mano de la caridad y no les brindan políticas públicas, solo demagogia y un montón de cartas de buenas intenciones y de falsos amores.
Esta trinidad posmoderna es un hecho ineludible que asola y agobia a nuestras sociedades, las cuales deberían ver a sus niños y jóvenes para entender el actuar de sus adultos. Lo dijo Pitágoras: "educa al niño para no castigar al hombre".
Violencia-drogas-muerte, que se inscribirían en lo que Zizek denomina la violencia subjetiva, esa que oculta una violencia más dañina: la objetiva.
La violencia objetiva es precisamente la violencia inherente a ese estado de cosas <normal>. La violencia objetiva es invisible puesto que sostiene la normalidad de nivel cero contra lo que percibimos como subjetivamente violento. La violencia sistémica es por tanto algo como la famosa <materia oscura> de la física, la contraparte de una (en exceso) visible violencia subjetiva. Puede ser invisible, pero debe tomarse en cuenta si uno quiere aclarar lo que de otra manera parecen ser explosiones <irracionales> de violencia subjetiva.

MATENME PORQUE ME MUERO…

Cuando se habla de muerte y jóvenes es algo que no se asocia, o no se debiera, ya que la lozanía, la fuerza, de la juventud está en estrecha contradicción con aquella.
Es curioso ver estadísticas y saber de algunos hechos fundamentales:
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• El mayor número de homicidios es cometido por jóvenes.
• Existe mayor probabilidad de ser asesinado si se es joven.
• La mayoría de los suicidios es cometido por jóvenes.
Esas aseveraciones son claras, la muerte ronda en torno de los jóvenes, víctimas-victimarios de hechos que develan un pensamiento prohibido: morir joven.
El Mapa de la violencia sobre los jóvenes de América Latina señala que en El Salvador el índice de jóvenes entre 15 y 24 años víctimas de la violencia se sitúa en 92.3 homicidios por cada 100 mil habitantes. En el caso de Colombia, la tasa se ubicó en 73.4 y en Venezuela fue de 64.2, mientras que en el cuarto lugar aparece Guatemala, con 55.4. En la lista siguen Brasil (51.6), Ecuador (26.1), Paraguay (22.3), Panamá (17.8), Nicaragua (16.6), México (10.4), Argentina (9.4), Costa Rica (9.2), República Dominicana (9.1), Chile (7.9), Cuba (7.7) y Uruguay (7.0).
Los que son víctimas jóvenes de entre 15 y 24 años es de 36.6 por cada 100 mil en América Latina.
Los jóvenes son más propensos a morir y a matar. ¿Eso realmente importa? No importa porque son muchos, abundan, pululan, salen de las cloacas de una sociedad que los ignora y de un gobierno que los condena a vivir escondidos, olvidados.
Problema que no sólo deriva en el aislamiento del sujeto, su soledad en compañía, ese raro padecimiento de los jóvenes posmodernos, que aunque tienen mayores oportunidades de comunicación, suelen comunicarse menos, o se pretende que se comuniquen menos, sino también en un aislamiento que ha derivado en un gran fenómeno: el suicidio.
La directora del Instituto Mexicano de la Juventud (Imjuve), Priscila Vera, expresa que la falta de certidumbre sobre el futuro se ha traducido en deserción escolar, depresión y angustia. Inclusive, resalta, se vincula con la problemática del suicidio.
De hecho, el estudio Suicidio en jóvenes: hallazgos básicos, ENA 08, advierte que existe una fuerte asociación entre la situación del desempleo y la falta de estudios con la conducta suicida no sólo en jóvenes, pero éstos resultan ser los más expuestos a la problemática suicida.
Según el análisis, realizado por los especialistas Christiane Queda, Sergio Ramos, Ricardo Orozco, Ghilherme Borges, Jorge Villatoro y María Elena Medina Mora –esta última directora del Instituto Nacional de Siquiatría Ramón de la Fuente Muñiz–, 349 mil 987 jóvenes de entre 12 y 29 años intentaron suicidarse en 2008; casi la mitad de ellos habían cursado la secundaria. De dicha cifra, siete de cada 10 estaban sin trabajo.
La investigación resalta que seis de cada 10 que planearon suicidarse no estudiaban, principalmente los que tienen entre 18 y 29 años, y nueve de cada 10 de entre 18 y 24 años no trabajaban. La mayoría tenía escolaridad máxima de secundaria; en segundo lugar, bachillerato.
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En el país, cerca de 3 millones 321 mil 762 jóvenes de entre 12 y 29 años manifestaron tener al menos una idea suicida. Fue el estado de México donde se reportó el mayor número de personas con ese problema.
El especialista en jóvenes Alfredo Nateras apunta que el Estado y sus instituciones ya no dicen nada a los adolescentes, y no median en los conflictos y las tensiones sociales porque han abdicado de su responsabilidad de satisfacer los elementos básicos para el desarrollo. Así, la mayoría de ese sector de la población tiene cancelada la posibilidad de acceder a vivienda, al proyecto de vivir en pareja, a recreación, salud y educación.
El suicidio deja de ser sólo un hecho que estigmatiza, para trocarse, también, en un problema social, de salud. Que recae, nuevamente, en los jóvenes.
Elkin menciona:
Es un problema en el que parece haber consenso entre sociólogos, antropólogos, y demógrafos, cuando consideran que el suicidio como un rasgo de la modernidad, uno de los males del siglo.
Ojalá y esa sociedad de consumo ofreciera una second life para construir, no de manera virtual, aquello que uno no fue en vida. Para no ser visto como aquel que renunció a vivir su vida para vivir en la muerte, ya que su muerte lo resignificará en un montón de vidas.
Freud dice de los suicidas:
Es aquel en el que es vencida la "pulsión de vivir", pulsión que generalmente es extraordinariamente intensa. Es decir que la libido y el interés desengañados con respecto al mundo, a causa de una renuncia del yo o de un fracaso en la vida libidinal, son factores que empujan al sujeto a la acción suicida
Esa acción suicida que marca a otro, que le manda mensajes para que entienda que en su muerte va la vida de él y de muchos, nuevamente es un juego especulativo, donde el que muere mata al otro.
El mecanismo psíquico del suicidio en la neurosis consiste en que el sujeto ha vuelto sobre sí mismo el impulso de matar a otro, contra el que está prohibido la agresión. Matar a los padres o a la persona amada sería el modelo de esa circunstancia. Al ser inconfesable el odio al objeto otrora amado, la pulsión de muerte se vuelca sobre el sujeto, como autoreproche, autodesvalorización y autodestrucción.
En el suicida el superyó se comporta como un déspota caprichoso que utiliza la pulsión de muerte para ensañarse en el yo; en esa inmisericorde furia arrastra todo el sadismo y lo torna masoquismo, para transformarse en "un puro cultivo de la pulsión de muerte" que exige al sujeto el sacrificio de su vida .
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El suicidio como un problema de la modernidad tardía, de la posmodernidad, como sea, manda un mensaje, no sólo a los sujetos implicados de manera más cercana, sino a la sociedad misma, que ve señalados sus fracasos, en un montón de muertes; muertes de jóvenes que deberían de vivir plenamente.
Jóvenes que se vuelven un objeto, el cual debe venderse en el mercado, y que siguiendo la lógica de ese mercado, deben desecharse, autodesecharse sería un mejor término.
Es una respuesta mediante el vacío (la destrucción, la sustracción), o mediante el desbordamiento (la agresión), a la carencia (paro, penuria) o al exceso (la superproducción de objetos) de la sociedad de consumo. A la carencia del ser contesta el exceso del hacer, la inmolación del excedente, el sacrificio de los objetos de consumo del otro .
Muertes "chiquitas" que se dan en una franja poblacional que prefiere morir que vivir con los restos que le da la sociedad. "Vivir cinco años como rey, preferible que vivir toda la vida como guey". Matándose o siendo matado.
Bajo estas lógicas, las de la "triada posmoderna" persisten algunas preguntas. A qué apuesta un joven cuándo: mata a quien se opone a un asalto; mata a otra persona por dinero; se suicida porque sus padres no pudieron comprarle un videojuego o unos jeans; o se opone a un asalto sabiendo que pueden matarlo.
Apuestas a cara o cruz, donde la moneda suele caer en el vacío. ¿A qué se le apuesta?

CONCLUSIONES

La juventud debería ser una de las más grandes virtudes de un pueblo. "Juventud, divino tesoro" diría Rubén Darío.
Joven es sinónimo de fuerza, de futuro, de esperanza. Son la base de un mañana plagado de ilusiones y utopías.
Sin embargo la juventud es vista como todo lo contrario, como un peligro, un foco de alerta. Es bueno cuando un joven gana un Mundial de fútbol o consigue una medalla olímpica o gana un concurso de ciencias o de artes.
Es malo cuando sale a protestar a las calles porque no hay oportunidades escolares, cuando es reclutado por la delincuencia y lo entrenan para matar y decapitar, cuando roba celulares que no sabe usar, pero que lo mantiene aferrado al barco (a punto de hundirse) del actual ser social (tanto tienes tanto vales)
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Ser joven y diferente, es malo; ser joven y disidente, es malo; ser joven y emprendedor, bueno, pero con sus reservas; ser joven y pobre, malo, seguro delincuente; ser joven y refractario a la vida de consumo, pecado.
La juventud actual no vive solo bajo sus designios. Algo que dirían muchos respecto al sujeto y su actuar, sería: "la culpa es de ellos"; "sus familias desintegradas"; "su afán por querer todo pronto sin esforzarse"; "son pobres", etc.
La realidad es que el joven moderno se ve en un laberinto lleno de imposibilidades, no hay muchas salidas. Las lógicas en las que vivimos, en las que nos desenvolvemos, nos atan, los atan. ¿Cuáles son las salidas en un país como el nuestro?
1) Autoempleo (la informalidad).
2) Migración, la mano de obra barata de los países ricos.
3) Delincuencia, que trastoca la moral pero mantiene vivo al sujeto con su derrama económica.
¿Cómo se afronta esto? ¿Con voluntad? ¿Pidiéndole a Dios? ¿Esperando la caridad de los gobiernos? ¿Con políticas públicas erradas?
Los jóvenes encuentran otras salidas, mismas hacia donde se les lleva, se les conduce. Muchos dirán que eso es mentira, hablarán de la voluntad del ser.
Sin embargo la dinámica de los sistemas actuales no es un hecho surgido ipso facto. No, es un hecho que se ha sistematizado y que nos habla de cosas que parecerían de mentes trastornadas: el buscar la socavación de una franja poblacional.
Jóvenes que mueren en accidentes automovilísticos por consumo de alcohol, no bastan los alcoholímetros. Jóvenes que se inyectan, se sniffean, se fuman, la irrealidad. Jóvenes-mano de obra barata. Jóvenes-carne de cañón. Jóvenes que mueren por políticas globales de exterminio.
La juventud vive en un mundo colapsado, donde las dinámicas de vida les impactan de forma directa. No son solo ellos, somos todos que vemos como las cosas pasan sin poder hacer nada. Pero ellos, al igual que podría escribir sobre las mujeres o los ancianos, son un claro parangón del estado actual de las cosas.

BIBLOGRAFÍA

Cajas Juan. El truquito y la maroma. Editorial CONACULTA-INAH. México 2004.
Cobo Paloma, Tello Romeo. Bullying en México. Editorial Lectorum. México 2008.
Galeano Eduardo. Los prisioneros.http://www.jornada.unam.mx/1996/08/11/sem-galeano.html
Imbert Gérard. La tentación del suicidio. Editorial Tecnos. España 2004.
Ramírez Ortiz Mario Elkin. Aporías de la cultura contemporánea. Editorial Universidad de Antioquia. Colombia.
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Vallejo Fernando. La virgen de los sicarios. Editorial Punto de lectura. España 2006.
Zygmunt Bauman. Vida de consumo. Editorial Fondo de cultura económica. México 2007.
Zizek Slavoj. Seis reflexiones marginales. Editorial Paidós. Argentina 2009.
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PÁGINAS WEB

http://pnd.calderon.presidencia.gob.mx/igualdad-de-oportunidades/familia-ninos-y-jovenes.html
http://www.conadic.salud.gob.mx/pdfs/ena08/ENA08_NACIONAL.pdf
Los jóvenes asesinan más en Latinoamérica. http://www.eluniversal.com.mx/internacional/59727.html
http://www.eluniversal.com.mx/sociedad/4201.html
http://www.eluniversal.com.mx/sociedad/4380.html
http://www.eluniversal.com.mx/notas/644098.html
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